viernes, 28 de enero de 2011

Lilia Carrillo (3)



Cuando apareció la convocatoria para el salón ESSO, con un cuantioso premio y la promesa a los ganadores de integrarlos al Salón Interamericano en Washington, Lilia Carrillo no dudó en participar. Sin embargo, como ganadora, se vio involucrada en una polémica que llegó a la agresión física y verbal cuando los pintores figurativos, evidentemente relegados, protestaron por la decisión del jurado, del que formaba parte Rufino Tamayo. Un año después, en 1966, Lilia participa en la muestra Confrontación, organizada por el Palacio de Bellas Artes, donde ocurre un nuevo enfrentamiento.



En 1967 la madre de Lilia, aquejada por el cáncer, aprovecha que sus nietos están en casa de Rosario Castellanos (entonces todavía esposa de Ricardo Guerra) para quitarse la vida. Lilia se refugió en su tradicional silencio y siguió pintando y exponiendo. Para 1969 finalmente empiezan a surgir coleccionistas interesados y alabanzas de la crítica, pero entonces un aneurisma en la médula espinal la obliga a abandonar parcialmente la pintura y a usar silla de ruedas. No obstante, la galería Juan Martín siguió exponiendo los cuadros que elaboraba apoyada en un bastidor móvil.




Lilia Carrillo tenía 43 años de edad cuando murió el 6 de junio de 1974. Antes de morir dejó un lienzo inconcluso, al reverso del cual Felguérez escribió: "por primera vez en el proceso de un cuadro, Lilia dijo: este cuadro será para la casa". Ese mismo año se le rindió homenaje póstumo en la Sala Nacional del Palacio de Bellas Artes.




La obra de Lilia Carrillo aún no es plenamente comprendida pues para esto hay que aportar nuestra subjetividad y de ser posible relacionarse con los discursos estético, psicológico y filosóficos de su tiempo. Desde una óptica feminista, un ensayo de Gloria Hernández Jiménez destaca que hay en Lilia un lenguaje (el pictórico) que alude a otro lenguaje (el oral). Hernández sostiene que Lilia se opone a la lógica de la narración lineal, discurso dominante y por ende paterno, para de esta manera concretar, en términos metafóricos, lo femenino.



Y así como en la poesía nuestra relación subjetiva con la realidad se convierte en metáfora, en la libertad de la pintura abstracta hay una visión subjetiva de lo real que funciona en sentido metafórico. La palabra, forma imperante de conocimiento del mundo, es tan "homogénea, excluyente y tramposa" como lo masculino, continúa Gloria Hernández. Pero el lenguaje pictórico -afirma- es el propio sujeto femenino, su experiencia concreta y sus deseos de autoconsciencia. Por eso, después de analizar tres cuadros de Lilia que refieren específicamente a la palabra, concluye que la artista desarticula tanto el discurso pictórico como el lenguaje lineal paterno para decir el mundo, no "según la herida del padre: palabras y cosas", sino para transmitir un "mundo singular: texturas y colores".

lunes, 24 de enero de 2011

Lilia Carrillo (2)

Lilia regresa a México en 1956, y en casa de su madre Socorro García nace su segundo hijo, Juan Pablo. Tiene apenas 26 años de edad, pero el país al que ha llegado es diferente del que dejó: abierto ahora al capital privado por Miguel Alemán, México coquetea ya con el abstraccionismo pictórico que Estados Unidos, inmerso en la Guerra Fría, promueve propagandísticamente contra el realismo socialista de la URSS. Al mismo tiempo han surgido diversas galerías privadas que reciben a los nuevos artistas, principalmente de la clase media y la burguesía.
Y contra el nacionalismo mexicano, que el propio Estado impulsó antes en la pintura mural, el INBA y el Museo de Arte Moderno empiezan a traer exposiciones del extranjero y se manifiestan modernas en un sentido internacionalista. En otras palabras, se gestan las condiciones para La Ruptura, que según Sol Álvarez fue no sólo en temas, técnicas y formas, sino en la política cultural del Estado mexicano, que ahora quería una imagen moderna y una posición internacional manteniendo sin embargo su legitimidad en el patrocinio cultural.




Lilia participa en la Bienal Internacional de Pintura y Grabado (1958) donde aparece por primera vez la generación de La Ruptura, con artistas que buscaban lugares fuera del subsidio estatal y rompían con el modelo nacionalista de la escuela Mexicana. Por esos días Rosario Castellanos regresa de Comitán, donde estaba al frente del Instituto Nacional Indigenista, para casarse con Ricardo Guerra.




Aquí desvío un poco mi escrito para mencionar que, a mi entender, el tan alabado discurso feminista de Rosario Castellanos fue una construcción racional que la enfrentaba por una parte a su obsesión por Ricardo Guerra y por otra a su inseguridad como mujer. De allí surgieron las innumerables depresiones, celos e incluso intentos de suicidio, que registran todos sus biógrafos y que culminaron 17 años después de iniciada la relación, cuando dejó de escribir sus famosas "Cartas a Ricardo", que serían publicadas póstumamente. En cambio Lilia Carrillo, silenciosa, fue más segura de sí y sus actos más congruentes con el discurso feminista que expresaba pictoricamente: por eso en 1960, en Washington, contrae matrimonio con Manuel Felguérez, el pintor y escultor que había conocido en París y con quien comparte el gusto por el abstraccionismo.




A partir de su matrimonio con Felguérez, a las exposiciones de Lilia en la galería Antonio Souza y en el Museo de Arte Moderno de México, se suman otras en Estados Unidos, Japón, Perú, Brasil, España, Colombia y Cuba. Al mismo tiempo, la pareja incursiona en la realización de escenografías y vestuario para Alejandro Jodorowsky.



Sin embargo, esos fueron también los años más difíciles. En México la pintura de la pareja no era totalmente comprendida ni apreciada, pues el arte realista conservaba amplios espacios y gran parte del público se oponía al abstraccionismo. Entre los problemas económicos, el cáncer de su madre y la atención a sus hijos, Lilia elaboraba invitaciones decoradas y figuras de barro, o producía cuadros comerciales bajo el pseudónimo de Felisa Gross, mientras Felguérez impartía clases de pintura.


viernes, 21 de enero de 2011

Lilia Carrillo (1)

"Lilia Carrillo es esencialmente una pintora lírica. Sus cuadros se colocan de manera natural dentro de ese grupo de obras cuya esencia poética, siempre más cercana al terreno del canto que al del concepto, escapa a todo intento de interpretación". Juan García Ponce.


Lilia Carrillo nació el 2 de noviembre de 1930 en la ciudad de México, dentro de una familia que gustaba del ambiente intelectual. Desde su infancia se inclinó por la pintura y con el tiempo formaría parte de una generación que rompió con los estereotipos formales del arte figurativo y con los temáticos de la "Escuela Mexicana de Pintura". Su obra, catalogada como informalismo abstracto, no partía del dibujo sino del lienzo en blanco, a partir del cual iba bosquejando los trazos según lo dictaban sus sensaciones y angustias existenciales.



A los 17 años de edad ingresó a La Esmeralda, donde fueron sus maestros Carlos Orozco Romero, Antonio Ruiz, Pablo O'Higgins, Agustín Lazo y Federico Cantú. Se graduó cuatro años después, en 1951, con excelentes augurios de un amigo de la familia, Juan Soriano, quien la incitó a seguir estudiando.



Por esos días, el filósofo Ricardo Guerra propone matrimonio a la escritora Rosario Castellanos, pero se casa con Lilia. La pareja sale a París en 1953, cuando Lilia ya está embarazada, y en Francia nace Ricardo. Es en esa época cuando surgen las principales determinantes en la pintura de Lilia: una de ellas fue su interés por Sartre, Camus y Simone de Beauvoir, principales representantes del existencialismo aún en boga. La otra fueron sus estudios en la Academia de la Grande Chaumière de París entre 1953 y 1955, donde se relacionó con pintores de la vanguardia europea y con corrientes como el postcubismo y el automatismo surrealista.




Esos tres años en París conformaron además una vida interior que Lilia supo expresar en su pintura posterior, mezcla de automatismo, abstracción lírica e informalismo. Durante esos años participó en exposiciones, se divorció de Ricardo Guerra y conoció en la Maison du Mexique a un pintor zacatecano amante de la vanguardia y recién llegado a Francia: Manuel Felguérez, quien más tarde sería su esposo.

jueves, 8 de julio de 2010

Tres cuadros clave



No sé mucho de pintura, pero me gustaría comentar tres cuadros que para mí fueron clave en comprender a Picasso. El primero es una imagen con la que me topé casualmente y que me llamó la atención por no ajustarse bien al esquema que tenía del pintor. Se trata de Últimos momentos, un pastel que se encuentra en el Museo Picasso en Barcelona. El cuadro se presentó por primera vez en el Pabellón Español de la Exposición Universal de París en 1900, cuando Picasso todavía era Pablo Ruiz. Iba con su amigo Carles Casagemas con quien estuvo en París todo el otoño.



Después di con otro cuadro del mismo autor pintado el mismo año. Se trata de Le Moulin de la Galette (Museo Guggenheim), considerado el primer óleo “propiamente parisino” de Picasso. Fue realizado durante ese primer viaje a París, y representa el primer contacto directo del pintor con la vanguardia, los boulevares y la vida nocturna de la ciudad. Si se fijan bien, el cuadro es muy Tolouse Lautrec, y tiene mucha influencia de los impresionistas.

Picasso vuelve a Madrid en diciembre y un mes después su amigo Casagemas se suicida en París. Es en esa época cuando empieza a firmar sus cuadros con el apellido de su madre que le recuerda la sonoridad de Matisse, Poussin y Rousseau. Después vive en Barcelona su llamada ‘época azul’, influenciado por el simbolismo de Baudelaire, Rimbaud y Verlaine, por la muerte de Casagemas, la amistad de Max Jacob y el expresionismo alemán. Desde allí visita continuamente la capital francesa hasta que se establece definitivamente en París en 1904.



El tercer cuadro que quiero comentar es La familia de saltimbanquis pintado por Picasso en 1905, ya establecido en Montmartre. Los saltimbanquis tomaban las plazas de París los domingos. En el cuadro está un acróbata y un arlequín conversando, una niña que ve las flores de su canasta, un malabarista cargando un tambo y un niño. No hay un centro, pero la estructura y las miradas confluyen todas en una mujer de sombrero que parece ajena a todo. La pintura tiene mucha influencia impresionista y según Rilke es el más bello de los Picassos por su temática tan parisina. Con este cuadro Picasso empieza a transitar suavemente hacia lo que se conoce como época rosa.

domingo, 11 de enero de 2009

Lo que fue sagrado


No es para el turista culto que se está llenado de lucecitas a Teotihuacan. Es para el turista snob, el que se aburre ante las películas que no tienen muchos efectos especiales y “mucha acción”, el que ama Las Vegas porque ese es su modelo de status, el que busca experiencias “super” que llenen de emociones su mundo hueco de historia.

El resultado es kisch, pero ellos no lo ven así porque su lógica es: si no tiene oro hay que pintarlo de dorado. Y no es por sagrado que tiene que brillar sino porque se busca despertar muchos ‘oooohh’ y ‘aaaahhh’ de sorpresa. El objetivo no es conocer la herencia indígena sino decir que ésta es mucho más espectacular que la mayoría de los circos.

No podría decir que dios los hace -porque soy ateo-, pero sí puedo afirmar que ellos se juntan. Los mercaderes y los consumistas están de nuevo prestos a reunirse en torno al oropel para despreciar en comunión a los indios y adorar juntos al dios del dinero.

lunes, 13 de octubre de 2008

La tristeza

Carlos Bousoño



Tal vez el mundo sea bello
cuando el sol claro lo ilumina,
pero yo sé que hay hombres tristes
como la lluvia gris y fría.
Yo sé que hay hombres sobre cuyas almas
pasó de Dios quizá la sombra un día.
Pasó, y hoy queda sólo ausencia
en donde la tristeza brilla.

Hombres tristes en todos los caminos
con la tristeza pensativa.

Tal vez la aurora sea pura,
el aire delicado, claro el día.
Mas muchos hombres hay como la lluvia
oscura e infinita.

Escúchame, Señor. Mi voz hoy sólo
tiene palabras de melancolía.
Sobre la tarde inmensa cae la lluvia
monótona, fría.



Llegué a Carlos Bousoño después de leer su Teoría de la Expresión Poética, un estudio que equipara la poesía a la comunicación y analiza por qué nos emocionan las metáforas. Al principio creí que se trataba de un autor fallecido (compré el volumen en una librería de usados y data de 1952) pero al buscar su biografía me enteré de que es profesor emérito en la Universidad Complutense, donde por muchos años fue votado como el mejor profesor. Bousoño nació el 9 de mayo de 1923 en Boas, Asturias y vivió en Oviedo hasta los 20 años cuando, tras el exilio de su padre a México, se traslada a Madrid para completar sus estudios de Filosofía y Letras. Tras doctorarse en 1949 publicó exitosamente su tesis, el mejor estudio que se ha realizado hasta hoy sobre Vicente Aleixandre. Carlos Bousoño fue profesor en las universidades de Wellesley, Smith, Vanderbilt, Middlebury, New York y en la Universidad Complutense de Madrid. Es miembro de la Real Academia Española y doctor Honoris Causa por la Universidad de Turín. Es autor de 16 poemarios –que espero leer algún día- y de 7 ensayos por los que recibió diversos premios de literatura, crítica y letras, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

De jubilación, neoliberalismo y tormentas bursátiles


Gracias a los gobiernos neoliberales, de Salinas a Calderón, la jubilación de los trabajadores es hoy un flamante negocio privado. Contra los antiguos regímenes de solidaridad, donde un fondo colectivo servía a todos los trabajadores y al bien común en centros vacacionales, guarderías etc., los asegurados del IMSS y luego los del ISSSTE fueron enviados al esquema de las Afores, donde cada trabajador tiene su monto individual –¿quién lo disfrutará una vez que haya muerto?- colocado en los centros de especulación bursátil por administradores que se llevan la tajada grande. Por eso uno de los titulares de La Jornada dice hoy que en vez de ganar, los fondos de pensión en conjunto han perdido 63 mil 500 millones en los últimos seis meses.



Muchos jubilados de Estados Unidos ya vieron esfumadas sus pensiones con la caída de Emron, pero ahora son los ciudadanos todos quienes están presenciado el estrepitoso derrumbe del orgulloso y fatuo modelo neoliberal. Primero Mr. Bush dijo que se ocupaban 100 mil millones de dólares para ‘rescatar’ a los bancos que, juguetones, habían especulado con dinero contable, esto es, inexistente, generando la impresión de gran bonanza. Lo trágico es que ahora habla de un rescate, probablemente insuficiente, de ¡700 mil millones de dólares! que, como el Fobaproa, deberán pagar los ciudadanos estadounidenses para futura pobreza de todos. Dinero para salvar ricos, pues, tomado del bolsillo de los ciudadanos. Cuando México hizo lo mismo dejó de invertir en educación y en salud, porque las ganancias del petróleo hace tiempo se destinan a mantener burocracias, enriquecer corrupciones y a otorgar ‘estímulos fiscales’ a las grandes empresas.



Según el neoliberalismo, las empresas deben regirse por el ‘libre mercado’ y la función del Estado es reducirse al mínimo. Los presidentes mexicanos han sido muy obedientes (por eso hay un loco que cuerdamente les llama peleles) y han seguido todas las falsas recetas de ‘crecimiento económico’ que dictan los gringos. Por eso hoy el gobierno mexicano no garantiza nada: solamente que habrá soldados y policías en cada esquina para sembrar miedo en quienes no creemos en Calderón y sus buenas intenciones. ¿O de veras creen mis lectores que la finalidad de la fuerza bruta legal es acabar con el narcotráfico?


Estados Unidos está viendo caer su modelo en un momento excelente porque, los que juran que el petróleo en manos privadas dará riqueza al país, son los mismos que creen que los bancos privados pueden especular y al mismo tiempo ser autofinanciables, los que piensan que no hace falta apoyar al campo y es preferible importar semillas transgénicas, los que sostienen que la salud es un asunto particular sin importar el conjunto del país, o los que juran que la educación es una mercancía que debe generar ingresos en vez de producir civilización. Se trata de una verdadera crisis: terrible por sus devastadoras consecuencias y a la vez oportuna porque produce posibilidades de regeneración que ojalá sepamos aprovechar.