lunes, 31 de diciembre de 2007

Los lugares de Zalacaín II


La más grande aventura de Zalacaín inicia en la desembocadura del río Nivelle donde colindan tres pueblos vascofranceses: Socoa, Ciboure y Saint Jean de Luz. En una taberna de Socoa –que es considerado el puerto de Saint Jean de Luz-, con vino y música de acordeón, el viejo Ospitalech habla de un negocio arriesgado: internarse a las filas carlistas para conseguir de varios generales la firma de unas letras.



Los marineros del barco La Flèche cantaban a gritos ‘Les matelots de la Belle Eugénie’, cuando Zalacaín decidió encargarse del delicado asunto. Luego salieron de la taberna hacia Ciboure, una especie de colonia de Saint Jean de Luz donde Luis XIV construyó en el siglo XVII el Fuerte de Socoa, enorme torre circular destinada a proteger la ciudad de los intentos de invasión de los españoles. Hoy el Fuerte es un centro náutico con acceso al público entre junio y agosto. Los habitantes de Ciboure presumen además la Maison Estebania, casa de estilo holandés donde nació el famoso compositor Maurice Ravel en 1875, y la casa que habitó el pintor Henri Matisse.



Después de establecer acuerdos económicos con el judío Levi-Álvarez, nuestro personaje zarpa de Saint Jean de Luz en el barco La Flèche rumbo al puerto vasco-español de Zumaya que en la actualidad tiene unos 8 mil habitantes. El paseo del faro (derecha) lo recibió a su llegada.



Quien siguiendo a Zalacaín recorra Zumaya, puede visitar el Museo de Ignacio Zuloaga (Etxea 4), una antigua hospedería de peregrinos en la ruta de Santiago. El museo abre únicamente por las tardes de miércoles a domingo y cuenta en su colección con cuadros de El Greco, Zurbarán, Goya y Vicente López, esculturas renacentistas y bronces de Rodin además de obras del propio Zuloaga. A poca distancia se encuentra la Iglesia de San Pedro de Zumaia, interesante edificio renacentista que se empezó a construir en el siglo XIII. Exteriormente la iglesia parece una fortaleza, es de una sola nave y tiene a los pies una torre medieval. El interior permanecerá cerrado por obras de mantenimiento hasta julio del 2008, pero conserva entre sus tesoros un gran retablo de Juan de Anchieta (1577) y varios trípticos flamencos de Marino Martínez.



Zalacaín partió de Zumaya después de visitar a los comerciantes, comprar unos caballos y conseguirse un salvoconducto. Luego cruzó de noche el puente de Iraeta y siguió bordeando el Urola hasta ver a lo lejos la cúpula del Santuario de Loyola, construcción barroca contigua a la casa-torre medieval donde nació el llamado ‘vasco más universal’: San Ignacio de Loyola.



A un kilómetro de este Santuario estaba el siguiente punto de su recorrido, la ciudad de Azpeitia, donde hoy se encuentra el Museo Vasco del Ferrocarril (Julián Elorza 8), en la antigua estación de Azpeitia construída en 1926.



La entrada al Museo cuesta 4 euros. Un tren de tracción realiza un recorrido de cinco kilómetros entre Azpeitia y el barrio de Lasao por la ruta Zumárraga-Zumaya que fue clausurada en 1986. Además de las máquinas en exhibición y de las salas dedicadas a explicar el funcionamiento mecánico de las locomotoras, si tenemos suerte pueden tocarnos las jornadas festivas en las que se encienden 4 o 5 de las locomotoras para realizar viajes cortos.


Zalacaín permaneció en Azpeitia hasta el anochecer, durmió en Regil y luego partió a Tolosa, lugar famoso por tener igual que Azpeitia y Pamplona una larga tradición taurina. En Tolosa hay durante el carnaval una tradición parecida a la pamplonada, cuando algunos toros son soltados por las calles de la ciudad. Durante el primer día del Carnaval de Tolosa los habitantes salen disfrazados y se desatan hasta que ‘se entierra la sardina’. Al día siguiente continua la fiesta que culmina con la tamborrada por la noche. El domingo es tradicional levantarse y acudir en pijama a la celebración que dura todo el día. Y el martes es el día de soltar vaquillas y de presenciar desfiles hasta que se da de nuevo ‘el entierro de la sardina’. Desde luego no faltan en Tolosa los edificios bellos e históricos como el Palacio Aramburu (izq), el Ayuntamiento o el Archivo Provincial, pero todo queda opacado por la alegría de su gente durante el carnaval.
El último punto del recorrido de Zalacaín fue Estella (Lizalla) que entonces era la capital del Estado Carlista. Llegó por la noche después de dormir en Amezqueta, pernoctar en Echarri-Aranaz y de atravesar el túnel de Lizárraga. En su segundo día de estancia recorrió la rua mayor (hoy calle Curtidores) hasta llegar a la Iglesia del Santo Sepulcro, exquisito ejemplo de gótico francés construida en el siglo XIII: “A Martín le pareció aquella portada de piedra amarilla, con sus santos desnarigados a pedradas, una cosa algo grotesca, pero el extranjero aseguró que era magnífica”.



Zalacaín continuó visitando todas las iglesias de Estella, especialmente la cisterciense de San Pedro de la Rúa y la de San Miguel. La ciudad, construida en 1090 para ayudar a los peregrinos que toman la ruta de Santiago, fue pronto lugar de asentamiento de francos y judíos, y centro de una gran actividad comercial. A lo largo de los siglos siguientes los estilos arquitectónicos se multiplicaron dando lugar a una inmensa riqueza artística organizada toda en torno a la religión. "Qué país!-, dijo un extranjero a Zalacaín; la gente no hace más que ir a la iglesia. Todo es para el señor cura: las buenas comidas, las buenas chicas... Aquí no hay nada que hacer...!"



Esa noche, Zalacaín se topó en la posada con Carlos Ohando quien a pesar de estar herido alcanzó a reconocerlo. Después de velar toda la noche en su cuarto, Martín fue al Palacio de los Reyes de Navarra (hoy Museo Gustavo de Maetzu) a ver a Carlos de Borbón para conseguir la firma restante. Pero después de poner a resguardo los documentos y de visitar a Catalina en el Convento de Recoletas fue tomado preso. Lo siguiente que hizo fue escapar de la cárcel y llevar al convento una carta falsa de Carlos Ohando para raptar a Catalina… quien tuvo que salir acompañada por la madre superiora.



El cruzar de nuevo las líneas carlistas con una chica y una religiosa raptadas fue otra odisea que vivió Zalacaín. Pero su empresa tuvo éxito y finalmente pudo casarse con su prometida en Zaro. Todavía apoyó Martín a los liberales en Zugarramurdi, lugar conocido como cuna de la brujería en España. De hecho las creencias locales de los campesinos, rituales ancestrales mal vistos por la iglesia, incluían el uso de hongos alucinógenos dentro de las cuevas y la celebración de fiestas en Aquelarre (que en vascuence significa Prado del Macho Cabrío) por lo que la Santa Inquisición, después de un largo juicio en que murieron varios acusados, en 1610 quemó a doce de ellos en la hoguera.



Zalacaín murió en Saint Jean Pied de Port, pequeña ciudad del país vasco-francés donde inicia una de las principales rutas de peregrinación cristiana a Compostela: visitar la tumba del apóstol Santiago es una tradición que se mantiene desde la Edad Media. Había llevado a Catalina Ohando a buscar a su hermano Carlos quien huía con el vencido ejército carlista a Francia. Al insultar Carlos a su hermana, Zalacaín le exige retractarse y entonces muere asesinado por un sirviente de los Ohando.

1 comentario:

olatz dijo...

me ha encantado leer esto