Tartufo es un defensor de los valores cristianos, hipócrita y falsamente devoto. Auto pregona su humildad, su devoción y honradez. Orgón lo conoce orando, sirviendo a la iglesia, y finalmente lo recoge en su casa donde, ante el descontento de la familia, empieza a imponer sus reglas de santidad y honradez.
Crédulo hasta el fanatismo, Orgón cede su voluntad al intruso, lo hace su confidente y lo sienta a la cabecera de su mesa. Según descripción de una sirvienta, Tartufo se vuelve “su locura, su todo, su héroe; le admira en toda ocasión, le cita a cada paso; le parecen milagros sus menores actos y tiene por oráculos todos sus dichos”. Incluso Orgón le confía los documentos secretos de un amigo que ha sido desterrado por el rey.
Los problemas empiezan cuando Orgón anuncia a su hija Mariana que deberá casarse con Tartufo. A fin de interceder, la esposa de Orgón se acerca al impostor, quien dejando a un lado su máscara la corteja abiertamente: “conmigo no corre riesgo vuestro honor… los hombres como yo ardemos con un fuego callado; con nosotros es siempre seguro el secreto. Nos importa mucho nuestra fama, y no hay mejor fianza para quien nos ama. Aceptando nuestro corazón, se goza un amor sin escándalo y un placer sin temores”.

Damis descubre el cortejo y acusa a Tartufo. Pero Orgón toma por difamación los hechos y exige a su hijo que pida perdón de rodillas. Ante la negativa, lo destierra y deshereda, para después donar todos sus bienes al hipócrita.


Cuando el ofendido Orgón deja su escondite y exige a Tartufo que abandone la casa, éste le contesta: “Saldréis vos; vos, que habláis como si fuerais el dueño. La casa es mía y lo haré saber”. La comedia se resuelve cuando Orgón, a punto de salir camino a la cárcel –pues Tartufo además ha denunciado sus secretos-, se entera sorpresivamente de que el príncipe ha suspendido el contrato, perdonado la ofensa y apresado a Tartufo, un pícaro famoso que no podía escapar a su discernimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario