lunes, 13 de octubre de 2008

La tristeza

Carlos Bousoño



Tal vez el mundo sea bello
cuando el sol claro lo ilumina,
pero yo sé que hay hombres tristes
como la lluvia gris y fría.
Yo sé que hay hombres sobre cuyas almas
pasó de Dios quizá la sombra un día.
Pasó, y hoy queda sólo ausencia
en donde la tristeza brilla.

Hombres tristes en todos los caminos
con la tristeza pensativa.

Tal vez la aurora sea pura,
el aire delicado, claro el día.
Mas muchos hombres hay como la lluvia
oscura e infinita.

Escúchame, Señor. Mi voz hoy sólo
tiene palabras de melancolía.
Sobre la tarde inmensa cae la lluvia
monótona, fría.



Llegué a Carlos Bousoño después de leer su Teoría de la Expresión Poética, un estudio que equipara la poesía a la comunicación y analiza por qué nos emocionan las metáforas. Al principio creí que se trataba de un autor fallecido (compré el volumen en una librería de usados y data de 1952) pero al buscar su biografía me enteré de que es profesor emérito en la Universidad Complutense, donde por muchos años fue votado como el mejor profesor. Bousoño nació el 9 de mayo de 1923 en Boas, Asturias y vivió en Oviedo hasta los 20 años cuando, tras el exilio de su padre a México, se traslada a Madrid para completar sus estudios de Filosofía y Letras. Tras doctorarse en 1949 publicó exitosamente su tesis, el mejor estudio que se ha realizado hasta hoy sobre Vicente Aleixandre. Carlos Bousoño fue profesor en las universidades de Wellesley, Smith, Vanderbilt, Middlebury, New York y en la Universidad Complutense de Madrid. Es miembro de la Real Academia Española y doctor Honoris Causa por la Universidad de Turín. Es autor de 16 poemarios –que espero leer algún día- y de 7 ensayos por los que recibió diversos premios de literatura, crítica y letras, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

De jubilación, neoliberalismo y tormentas bursátiles


Gracias a los gobiernos neoliberales, de Salinas a Calderón, la jubilación de los trabajadores es hoy un flamante negocio privado. Contra los antiguos regímenes de solidaridad, donde un fondo colectivo servía a todos los trabajadores y al bien común en centros vacacionales, guarderías etc., los asegurados del IMSS y luego los del ISSSTE fueron enviados al esquema de las Afores, donde cada trabajador tiene su monto individual –¿quién lo disfrutará una vez que haya muerto?- colocado en los centros de especulación bursátil por administradores que se llevan la tajada grande. Por eso uno de los titulares de La Jornada dice hoy que en vez de ganar, los fondos de pensión en conjunto han perdido 63 mil 500 millones en los últimos seis meses.



Muchos jubilados de Estados Unidos ya vieron esfumadas sus pensiones con la caída de Emron, pero ahora son los ciudadanos todos quienes están presenciado el estrepitoso derrumbe del orgulloso y fatuo modelo neoliberal. Primero Mr. Bush dijo que se ocupaban 100 mil millones de dólares para ‘rescatar’ a los bancos que, juguetones, habían especulado con dinero contable, esto es, inexistente, generando la impresión de gran bonanza. Lo trágico es que ahora habla de un rescate, probablemente insuficiente, de ¡700 mil millones de dólares! que, como el Fobaproa, deberán pagar los ciudadanos estadounidenses para futura pobreza de todos. Dinero para salvar ricos, pues, tomado del bolsillo de los ciudadanos. Cuando México hizo lo mismo dejó de invertir en educación y en salud, porque las ganancias del petróleo hace tiempo se destinan a mantener burocracias, enriquecer corrupciones y a otorgar ‘estímulos fiscales’ a las grandes empresas.



Según el neoliberalismo, las empresas deben regirse por el ‘libre mercado’ y la función del Estado es reducirse al mínimo. Los presidentes mexicanos han sido muy obedientes (por eso hay un loco que cuerdamente les llama peleles) y han seguido todas las falsas recetas de ‘crecimiento económico’ que dictan los gringos. Por eso hoy el gobierno mexicano no garantiza nada: solamente que habrá soldados y policías en cada esquina para sembrar miedo en quienes no creemos en Calderón y sus buenas intenciones. ¿O de veras creen mis lectores que la finalidad de la fuerza bruta legal es acabar con el narcotráfico?


Estados Unidos está viendo caer su modelo en un momento excelente porque, los que juran que el petróleo en manos privadas dará riqueza al país, son los mismos que creen que los bancos privados pueden especular y al mismo tiempo ser autofinanciables, los que piensan que no hace falta apoyar al campo y es preferible importar semillas transgénicas, los que sostienen que la salud es un asunto particular sin importar el conjunto del país, o los que juran que la educación es una mercancía que debe generar ingresos en vez de producir civilización. Se trata de una verdadera crisis: terrible por sus devastadoras consecuencias y a la vez oportuna porque produce posibilidades de regeneración que ojalá sepamos aprovechar.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Educación cívica sin civismo


Con la firma del acuerdo que dio lugar a la Comunidad Económica Europea (CEE), las fronteras entre los países se abrieron y se advirtió que los niños europeos debían fortalecer sus convicciones democráticas para llegar a ser ciudadanos de su comunidad, de su país, de Europa y de un mundo realmente globalizado. Mientras la educación cívica desaparecía en México, en otros países se robustecía y los libros de texto enseñaban las nuevas realidades para un nuevo ciudadano.


En México no sucedió así porque el Tratado de Libre Comercio (TLC) era un asunto diferente: la frontera con Estados Unidos, en vez de abrirse, se cerró con bardas, patrullas y más requisitos legales. Ni siquiera hubo una verdadera apertura comercial: Estados Unidos monopolizó el comercio de granos, nos avasalló con transgénicos y chatarra, y a cambio cerró su frontera, cada que quiso, a los productos mexicanos.



Desde la perspectiva neoliberal, los niños mexicanos ya no necesitaban formación cívica: la globalización había llegado y su destino era ser consumidores más que ciudadanos. No debían cuestionar su condición: los homenajes patrios eran el mejor camino para mantenerlos ordenados, sumisos (“niños eternos separados por la distancia del brazo y por el ‘guarden silencio’), y dispuestos a escuchar discursos políticos sin significado. Estaban obligados a seguir siendo mexicanos sin ser ciudadanos, ni de su país ni del mundo.




Es inútil enseñar historia
, dijeron los tecnócratas, y se acabó el conocimiento de las culturas prehispánicas. Hay que fortalecer las competencias básicas –dijeron-, aritmética para ser buenos trabajadores y escribir para firmar pagarés bancarios. Más aún, hay que entrenar a los niños para llenar bolitas en los exámenes porque la globalización económica no necesita poetas ni literatos. La educación cívica tampoco es necesaria –dijeron-, y desaparecieron los libros de civismo pero se mantuvo la apatía ciudadana con muchos homenajes patrios en los que la bandera era transportada por soldados mientras México se ponía en venta: ferrocarriles, teléfonos, carreteras, líneas aéreas, bancos, educación.

Las nociones de justicia social y solidaridad se volvieron anticuadas porque las nuevas virtudes eran la ganancia, la competencia y la productividad. Los corruptos y los millonarios se volvieron más corruptos y millonarios. Los pobres y las clases medias cayeron en la miseria económica e ideológica soportando, golpe tras golpe, inflaciones, fobaproas, afores, desempleos, militarización creciente y nuevos impuestos.


Hoy que después de un descarado fraude electoral regresa la educación cívica a las escuelas primarias, me gustaría creer que se preparará a los niños para construir racionalmente sus convicciones y para defenderlas con su país. Sin embargo la formación ética requiere del ejemplo y hay todavía mucha Elba Esther en los maestros, mucho Durazo en los policías, mucha Vázquez Mota en los administradores y mucho Calderón en los políticos. Resulta ilógico en estas condiciones pensar que la sumisión, el cinismo y la corrupción retrocederán con un simple texto de educación cívica, destinado a recitarse en los nuevos homenajes a la patria.

martes, 9 de septiembre de 2008

Quiero dormir

Alfonsina Storni

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados..

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara en la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito..

Déjame sola; oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides.

Gracias... Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.


‘Quiero dormir’ fue enviado al diario La Nación de Argentina el mismo día en que su autora, Alfonsina Storni, se suicidó. Hija de un industrial cervecero, Alfonsina nació en Suiza en 1892. Tenía cuatro años de edad cuando su familia, en estado de miseria, se traslada a Argentina. Para sobrevivir Paulina Martignoni, su madre, abre una pequeña escuela y después una cafetería. Pero cuando se casa de nuevo, Alfonsina viaja a Coronda y trabaja como costurera, lavaplatos, cajera, prefecta en una escuela y actriz en una compañía de teatro a fin de pagar sus estudios como maestra. Después de obtener el título y al tiempo que ejerce la docencia, Alfonsina publica sus primeras poesías y obtiene de inmediato el reconocimiento del mundo literario. En 1912 nace su hijo Alejandro lo cual la sume de nuevo en problemas económicos. A pesar de eso publica su segundo libro y, madre soltera, empieza a defender la causa feminista. Titular de la Cátedra de Teatro Infantil Albarden en la Universidad de Montevideo, profesora de lectura y declamación en la Escuela Nacional de Lenguas Vivas, Alfonsina viaja a Europa en 1930 y 1934 tras lo cual se le descubre un tumor en el pecho. Al ser operada, sus depresiones y neurosis se acrecientan. Incapaz de enfrentar el cáncer terminal se recluye y evita a sus amistades hasta que en 1938 se suicida en la playa de La Perla, en Mar del Plata.
En la obra de Alfonsina Storni destacan los poemarios La inquietud del rosal (1916), El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919), Languidez (1920), Ocre (1925), Mundo de siete pozos (1934), Mascarilla y trébol (1938) y más de una decena de obras de teatro. Inspirados en su último poema y en el trágico suicidio, Ariel Ramírez y Félix Luna crearon la canción Alfonsina y el mar.

jueves, 28 de agosto de 2008

De historia y árboles


En la naturaleza los árboles son signo de las estaciones y el tiempo, pero en el mundo conceptual al que llamamos ‘mundo’, ‘naturaleza’ y ‘tierra’, en ese universo que es a la vez creación y creador de lo humano, los árboles son víctima y testigo pasivo de la historia y sus transformaciones. La exposición ‘Árboles’ de Víctor Higareda, que puede apreciarse por estos días en el Museo de Arte de Mazatlán, nos muestra una serie de árboles maduros e intemporales que dan sombra y fruto sin intención de significar. Están ahí como forasteros representados por mano humana, viviendo la oscura capilaridad de sus hojas de plástico, partidos en dos por relámpagos astrales que nada tienen que ver con la cubeta que los riega o el hacha que los tala. En ese ‘estar ahí’ se encuentra su significado que proviene precisamente del mito: la naturaleza aislada, virgen, y la paciencia de las raíces que tejen vida en la reseca tierra ignorando la expansión de lo social.



Víctor traza su serie estableciendo una tajante dicotomía entre lo natural y lo cultural. En ella el hombre, preso de su doble constitución biológica y simbólica, se encuentra con el árbol como si este conservara aún su pureza y formara una ecología aislada de las transformaciones que impone el devenir de la historia. De esta manera las ramas se extienden a nivel cósmico y parecen resguardo y cobijo del enfrentamiento fetal del hombre con su propia praxis.


Tal vez por ese anhelo de naturaleza intocada, similar al que subyace a cierto discurso ecológico, hay breves momentos naif en la exposición: un naranjo de hojas maché ofreciendo sus naranjas solares o una procesión boscosa, multicolor y fosforescente, recortada sobre los cerros, que nos hace pensar en la Suave Patria de Velarde cuando habla de un país tan grande todavía “que el tren va por la vía como aguinaldo de juguetería”.


Desde mi mirada hay en los cuadros de esta serie una excepción: la del árbol de Culiacán que vive el tiempo de la sangre, ajeno a la traslación de la tierra para crecer escalado por lo humano. Es el árbol del crimen y la impunidad, el que hermana a políticos y narcotraficantes en la ramificación de la riqueza y la violencia, el que devuelve a la tierra la vida y muerte que corren por sus venas. Aquí encuentro a plenitud la discreta presencia de Víctor traduciendo su contexto objetivo, primordial condicionante de su subjetividad, en una obra que retrata la tragedia de nuestro mundo inmediato y nos reconcilia –fatídicamente- con él.

*Fotos de Víctor Higareda, cortesía de Ruy Alfonso Franco

lunes, 25 de agosto de 2008

Elena Garro (IV)


Unos días después del 2 de octubre del 68 Sócrates Sánchez Lemus, dirigente estudiantil, culpa a Elena Garro de haber instigado el movimiento y de proponer a Carlos Madrazo como líder de los estudiantes. Luego, el 7 de octubre Elena acusa a 500 intelectuales, entre ellos a Luis Villoro, Emmanuel Carballo, Leopoldo Zea, Rosario Castellanos, José Luis Cuevas, Carlos Monsiváis, Eduardo Lizalde, Víctor Flores Olea, Leonora Carrington y Octavio Paz, de ser los organizadores: “Esos que se esconden son los catedráticos e intelectuales izquierdistas, los que embarcaron (a los estudiantes) en la peligrosa empresa y luego los traicionaron. Que den la cara ahora. No se atreven. Son unos cobardes...”


Los madracistas le piden que se esconda, pero ella misma llama a la Dirección Federal de Seguridad para exigir que la aprendan si la consideran culpable. Mientras, Helena Paz rechaza la invitación de su padre para asistir a la Olimpiada Cultural el 12 de octubre. Y finalmente, después de cuatro años de rechazo de los intelectuales mexicanos, manipulación de sus declaraciones por parte de la prensa, acusaciones políticas y paranoia creciente, Elena Garro y Helena Paz se exilian voluntariamente a Estados Unidos en 1972, antes de partir a Europa.
En el exilio se publican en México diversos trabajos de Elena: su genial obra de teatro Felipe Ángeles (1979) donde analiza dramáticamente y con singular lucidez política la Revolución Mexicana; su cuento Andamos huyendo Lola (1980), sus novelas Testimonio sobre Mariana (1981), Reencuentro de personajes (1982), La casa junto al río (1983) y Y Matarazo no llamó (1991).


Dos décadas después el sistema político en México no ha cambiado, el PRI sigue en el poder y Octavio Paz goza del favor oficial, pero Elena regresa para volverse a marchar y retorna definitivamente en 1993. Para entonces su prestigio literario también había crecido: le organizan un homenaje en Monterrey, le dan las llaves de la ciudad en Puebla, le disponen mesas redondas a las que acuden sus admiradores, festejan su presencia en otras ciudades y en Bellas Artes. Pero Elena se instala con su hija en un departamento miserable en Cuernavaca, con una atmósfera enferma habitada por 37 gatos y olor a cigarro.



Su novela Un corazón en un bote de basura es publicada por Grijalbo en 1995. Luego entre 1997 y 1998 se publican Busca mi esquela y Primer amor, Un traje rojo para un duelo, Mi hermanita Magdalena, y La vida empieza a las tres. Aquejada de cáncer de pulmón, su físico empieza a minar pero sigue fumando y sólo se alimenta de café y Coca Cola. Su obra Sócrates y los gatos aparece en Editorial Océano en 2003 y sobre ella elabora una ópera Luis Sandi.



Elena era una de las escritoras más leídas de México y sus obras se llevaban a escena en diferentes ciudades de la República cuando, delgadísima y encorvada por el cáncer, deseosa de un reconocimiento que nunca le fue suficiente, transida de odio a Octavio Paz y embargada por el anhelo de regresar a París, falleció el 23 de agosto de 1998 a la edad de 77 años.



Más allá de su atormentada vida o del escándalo, México debe a Elena Garro cientos de páginas literarias memorables y una visión indiscutiblemente honesta de la corrupción y el autoritarismo políticos en el México actual. Verla desapasionadamente implica reconocer la profundidad humana de sus contradicciones, su capacidad creadora y destructora, sus fantasías y realidades.

La más bella y acertada descripción de su personalidad proviene de Elena Poniatowska: ”Su cabeza era su campo de batalla y allí se encontraban sus buenos pensamientos y sus malas intenciones. Tenía lo que suele llamarse duende, ángel, y que va mucho más allá que el sex appeal estadounidense. Su magnetismo era el del sol. Como lo sabía, se vestía con todos los colores del sol, del ocre al amarillo, y entraba a las vidas como un rayo de sol, aunque claro, los rayos del sol pueden calcinar y dejar en los huesos. Amarrada a sí misma, centrada en su yo, su prosa también era solar como en Los recuerdos del porvenir”.

domingo, 24 de agosto de 2008

Elena Garro (III)


A partir del divorcio, la obsesión de Elena por Octavio sólo mengua mientras está escribiendo. Con el tiempo diría, según registra Poniatowska: "Yo vivo contra él, estudié contra él, hablé contra él, tuve amantes contra él, escribí contra él y defendí a los indios contra él. Escribí de política contra él, en fin, todo, todo, todo lo que soy es contra él. En la vida no tienes más que un enemigo y con eso basta. Y mi enemigo es Paz."



En realidad, Elena se había vuelto enemiga de sí misma y tradujo su capacidad literaria y su conocimiento del sistema en ataques indiscriminados a intelectuales y políticos. Pero Octavio Paz, preso del amor que le tuvo, preocupado por el protagonismo suicida de la madre de su única hija y orgulloso de la habilidad literaria de su ex mujer, continua apoyándola y lleva el manuscrito de Los Recuerdos del Porvenir al editor que lo publica en 1963.

La novela, precursora del realismo mágico –todavía no se escribía Cien Años de Soledad-, ubica toda la trama dentro del período de la Guerra Cristera que tan bien conoce Elena Garro, y comparte con otra gran novela, Pedro Páramo, la denuncia de las formas que asume el poder en el México rural: “Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga”.



Ese mismo año aparece una recopilación de obras teatrales de Elena: Los pilares de doña Blanca , El rey mago, Andarse por las ramas, Ventura Allende, El encanto, Tendajón Mixto, Los perros y El árbol. Un año después, Octavio se enorgullece cuando la Garro recibe el Premio Xavier Villaurrutia. Entonces declara: "es la mejor escritora de México".



Elena conoce a Lee Harvey Oswald en una fiesta en la ciudad de México y al denunciarlo como asesino de John F. Kennedy se involucra ante la CIA. Su paranoia crece cuando Octavio Paz se casa con Marie-Jo en 1964. Critica en la prensa a los intelectuales por oportunistas y trepadores –son los mismos que le volvieron la espalda después de su divorcio-, y habla, no sin razón, contra el sistema político mexicano. Entrevista a Frida Kahlo, a Isabela Corona y elabora una crónica-reportaje desde la Cárcel de Mujeres después de convivir con las reclusas. Critica la misoginia y el machismo. Se relaciona con la familia de Rubén Jaramillo y sufre su asesinato. Exalta a Carlos Madrazo padre en entrevistas y declaraciones que rallan en la idolatría.


En agosto de 1968, a fin de molestar a los ‘amigos de Paz’, Elena acusa a los intelectuales de mandar a los jóvenes al matadero. Unos días después los periódicos hablan de la presencia de la hija de Octavio Paz entre los manifestantes que acuden a la embajada de la URSS para protestar por la invasión a Checoslovaquia. Helena comparte con su madre la decisión y el rechazo activo de la injusticia social.

sábado, 23 de agosto de 2008

Elena Garro (II)


En 1958 Elena reune sus primeras obras teatrales que, entusiasmado, Octavio Paz presenta al grupo Poesía en Voz Alta. Andarse por las ramas, Los pilares de doña Blanca y Un hogar sólido, son llevados a escena bajo la dirección de Héctor Mendoza. Octavio admira a la inquietante, asombrosa e impredecible Elena. Adora a su hija, a Helena, a quien dice cariñosamente 'la chata'. Juega y ríe con ambas y se preocupa por el arrojo de la Garro cuando critica la política mexicana y el machismo: "En México, apenas una mujer es un poco inteligente, tiene otras aspiraciones, quiere trabajar, escribir, hacer algo, todos se confabulan para ver qué le hacen, cómo la destruyen, cómo la dañan".
"Elena es de armas tomar, es tremenda", dice Paz ante ella pues no se detiene cuando se trata de poner las cosas en su lugar. Por ejemplo, al publicarse La región más transparente de Carlos Fuentes, Elena escribe en Novedades que el autor había producido "un conjunto caótico de palabras" donde los personajes quedan ocultos "por una deficiente máquina de escribir". Asegura además que desde la visión de Fuentes en esta novela, “La Revolución, especie de virgen cristiana echada al Circo Romano y condenada con el pulgar invertido de cortesanas y senadores, es una alegoría infantil que pierde validez, por obvia”.


Elena se preocupa por los campesinos de Ahuatepec, Morelos, se enfrenta a banqueros y aguijonea al PRI. Los políticos y funcionarios se intimidan ante aquella mujer vestida a la francesa, con zapatos de firma y abrigos de piel que reclama atención para los indios. Los intelectuales se asombran cuando, rodeada de campesinos, irrumpe en las reuniones para recabar firmas de apoyo que siempre le niegan. “Los indios son las personas cultas del país”, le dice a Elena Poniatowska. “Me da risa cuando los bárbaros de la ciudad dicen que van a civilizarlos y a incorporarlos. ¿A qué? ¿Al dinero mal habido, al mal gusto de sus casotas, a la sordidez de sus costumbres y a no ser de ningún país ni pertenecer a ninguna cultura?”

Por eso ataca a los intelectuales: "Yo creo que todos están más o menos ligados con el gobierno, o tienen una chamba en el gobierno, o la han tenido. ¿No te parecen entonces una farsa sus gritos y sus grandes escritos?". Octavio Paz se siente acorralado, teme sus escándalos, aborrece discutir con ella o encontrársela en la calle. Finalmente el divorcio llega en 1959.

viernes, 22 de agosto de 2008

Elena Garro (I)


Elena Delfina Garro Navarro nació en Puebla, un 11 de diciembre de 1916. Su padre, el español José Antonio Garro, era un erudito orientalista, conocedor de los Upanishads, el Baghavad Ghita y la obra de Krishna Murti. Intelectualmente precoz y talentosa, Elena vivió una infancia alegre al lado de sus hermanos en la ciudad de México y en Iguala, Guerrero, durante la Guerra Cristera.

En 1935 entró a estudiar literatura, coreografía y teatro en la UNAM, donde sus compañeros le llamaban “La Ann Harding de Filosofía”, porque acompañaba su belleza con ropa sofisticada, inusual en ese ambiente. Allí conoció a Octavio Paz quien quedó cautivado en la primera conversación y al día siguiente le regaló unas camelias y un poema. A partir de allí fue común encontrarlos paseando de la mano por el ex convento Santa Teresa la Antigua, soñando con tener un hijo “que se llamaría Felipe”.



Las relaciones de Paz con la familia de su prometida no eran tan difíciles como cuentan algunos biógrafos. Elena Poniatowska describe que don José Antonio Garro, miembro fundador de la Sociedad Teosófica Mexicana, sostenía largas conversaciones con el joven Octavio durante las reuniones que organizaba la agrupación. Además, el libro Raíz del Hombre de Paz permitía vislumbrar el exitoso futuro del joven escritor que pretendía a su hija.

Paz viaja a Mérida a fundar una escuela para trabajadores y Elena, por entonces bailarina y coreógrafa de Julio Bracho en la UNAM, le avisa que tiene una invitación al II Congreso Internacional de Escritores e Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, en Valencia, España, donde ha estallado la Guerra Civil. Antes de ir a Europa Octavio y Elena se casan por lo civil en junio de 1937, aunque el día del matrimonio religioso, dispuesta la ceremonia en la iglesia de San Jacinto en San Ángel, Elena deja plantados a todos.


Los recién casados parten a Europa con José Mancisidor, Carlos Pellicer, Silvestre Revueltas y Juan de la Cabada. En Valencia se encuentran con David Alfaro Siqueiros y Nicolás Guillén, y entre el 4 y el 10 de julio conviven con Luis Cernuda, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Ernest Hemingway, Pablo Neruda, León Felipe, Alejo Carpentier, Vicente Huidobro y César Vallejo. La elegancia, belleza e inteligencia de Elena, quien publicaría después sus Memorias de España donde narra los sucesos de este viaje, a nadie deja indiferente.

Al regresar a México en 1938, Octavio y Elena siguen defendiendo profundamente sus ideas: en un restaurante de la calle de Bolívar, en México, protagonizan un pleito –que los lleva a la cárcel- con unos comensales españoles defensores del dictador Francisco Franco. Al día siguiente el periódico La Prensa publica una foto de Elena tras las rejas con el título ‘Hembra de pelo en pecho’. Unos meses después nace su hija Helena. Entre 1943 y 1945 la pareja vive en Estados Unidos y en 1946 viajan a Europa, donde permanecen hasta 1953.

viernes, 15 de agosto de 2008

El lado divertido de la nutrición


La epidemia contemporánea de sobrepeso y desnutrición, producto de hábitos alimenticios aprendidos del estilo de vida moderno, puede regularse con el consumo de productos integrales. Cualquier nutriólogo sabe que la simple sustitución del azúcar y la harina blanca contenidas en multitud de alimentos chatarra permitiría mejorar drásticamente la salud de millones de personas. Sin embargo, las mismas compañías que controlan el mercado del pan ofrecen alimentos integrales que están hechos en realidad de harina blanca a la que se adiciona salvado y colorantes según denunciaron a principios de este año la Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios, la Organización de Consumidores y Usuarios de Chile y la asociación mexicana El Poder del Consumidor.

Quienes compran ‘pan integral’ de las marcas Bimbo, Wonder y Oroweat –tres nombres de una misma compañía-, están comprando en realidad un engaño porque la Secretaría de Salubridad y Asistencia en México define a la harina integral, según una norma publicada en 1996, como ‘molienda del grano de cereal que conserva su cáscara y germen’. De paso violan otra norma -publicada en 1994- de la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial según la cual la información de una etiqueta “debe ser veraz y describirse y presentarse de tal forma que no induzca a error al consumidor respecto de la naturaleza y característica del producto”.


La harina blanca se obtiene a partir de varias moliendas sucesivas que eliminan del grano de trigo proteínas, vitaminas, minerales y fibras hasta maximizar el contenido de almidones. Pero además es sometida a un proceso de oxidación con ácido ascórbico, a un tratamiento de blanqueado con otros químicos para eliminar pigmentos amarillos y a aditivos como fosfato de calcio o vinagre. En la harina refinada la fibra se reduce al 2%, el potasio a una décima porcentual y lo mismo sucede con el fósforo, hierro, sodio, magnesio, selenio, calcio, cobre, zinc y manganeso. Las vitaminas de tipo B, E y el ácido fólico prácticamente desaparecen.


El trigo integral, ese que es molido y preparado con su cáscara y germen, protege la salud intestinal y la circulación por su alto contenido en fibras, previene cardiopatías por su contenido de selenio, regula el sistema nervioso por su alta presencia de vitaminas B, reduce el riesgo de cáncer de mama y equilibra las reservas de energía del organismo. Pero adicionar salvado a la harina blanca desnaturalizada, como lo hace el osito Bimbo, es un engaño: no genera ninguno de estos beneficios y nos entrega el equivalente a un grueso bocado de almidones sin valor nutritivo, que consumimos creyendo apoyar nuestra salud.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Canción para arrullar a un padre


Beatriz Zuluaga

Ahora que a tus años te has vuelto tan pequeño
Puedo llevarte en el cuenco de mi mano,
Mano-abrigo, mano-nido que recoge
tu ritmo ya cansado.
Y cuento tus latidos padre-pequeño ahora
Como yo fui pequeña y también anhelaba caber
en el puño de tu mano.
Te llamo y no puedo desligar tu memoria
del árbol, de la rama, del fuego,
de mi primer vocablo, de la bruja y el hada.

Tu estatura entonces copaba entera
La puerta de mi alcoba y de mi alma.
Pero cuando ya estás cansado
y se encogen tus carnes y tus nervios,
pero crece tu corazón, casi no necesito hablarte
sino sentirte, sí, simplemente sentirte
para llegar allí donde nace tu anhelo,
donde teje Penélope el recuerdo.

Porque tú y yo estamos hechos de memorias
y los dos estuvimos unidos al mismo cálido cordón
umbilical de mi madre.
Y somos guardadores de sueños,
constantes vigías del pasado,
somos los centinelas de otros días,
los recogedores de ecos,
los cazadores de nostalgias.

Todo lo que tenemos nació en la misma casa
al calor de las mismas frazadas
sobre la misma mesa
donde tú con tu mano de padre
nos diste a todos el vino, el pan
y el agua clara.



A partir de el Retrato del Padre de Rembrandt regalo a mis lectores esta poesía de Beatriz Zuluaga, nacida en Manizales, Colombia en 1933. De poesía libre, a veces erótica, a veces comprometida, Beatriz Zuluaga transitó de reina de belleza en Colombia a poeta, periodista y publicista. Incluso, según cuenta al diario La Patria, dictó su primer recital con poesía propia antes de tener publicaciones: “Un día en Manizales, en una fiesta de esas en que acaba todo el mundo en la cocina, alguien dijo un poema y yo dije otro. Entonces Mario Vélez Escobar, el rector de la Universidad de Caldas, me preguntó de quién era ese poema y le respondí que mío y me dijo: en veinte días usted va a tener un recital en el aula máxima de la Universidad con Víctor Mallarino. Sin publicar, ya tenía recital.”

Con la poeta Emma Gutiérrez fundó en los bajos del antiguo Colegio de Santa Inés la Casa de la Cultura en Manizales, que organizaba conferencias, exposiciones y tertulias intelectuales. De su primer libro, La Ciega Esperanza (1961), Jorge Santander-Arias dijo: “Allí hay agua de amor; esperanza clausurada, y esa levedad imaginativa que conocimos en las manos colmadas de esa pedagoga heroica y taciturna que fue la Mistral.” Después vinieron Este Cielo boca abajo (1970), Definiciones (1980), Las vigilias del sueño (1989), Por los caminos de Caldas (1991), Eres Eros (1997) y A corazón abierto (2004). De su obra ha dicho Jaime Mejía Duque: “difícilmente se encuentra en ella un poema prescindible”.

Beatriz Zuluaga dirigió por muchos años el suplemento cultural del periódico La Patria donde fue objeto de anónimos que la enviaban a trabajar a su casa o a elaborar reseñas de sociales. Después dirigió la revista Mujer en Bogotá en la que ella misma “escribía novelitas tipo Corín Tellado” cuando faltaba material, y trabajó por más de diez años como publicista.

viernes, 8 de agosto de 2008

Un problema político


Con imágenes de una campaña europea en pro del uso del condón, quiero ahora mencionar cuatro puntos que me quedaron claros después de la recién clausurada 17 Conferencia Internacional sobre el Sida en México. La meta “acceso universal del tratamiento para el 2010” está lejos de cumplirse por varias causas:
Los grupos neoconservadores, que con sus cruces y rosarios pretenden salvar al mundo de la inmoralidad del sexo, son el gran obstáculo mundial. Como todo lo resuelven con el discurso de los valores, su única alternativa es la abstinencia y la fidelidad. Absurdamente impiden los condones, la educación sexual y toda información. De ellos proviene la estigmatización de los homosexuales y el ocultamiento de los mecanismos para prevenir el problema.

Los políticos neoliberales, con su teoría de adelgazamiento del Estado, desatienden un problema público para convertirlo en particular. Ignoran que a diferencia de las enfermedades individuales una epidemia es un reto social y pretenden que cada quien se atienda con sus recursos. De esta manera quedan totalmente desprotegidos los seres humanos excluidos de los beneficios del libre mercado y se profundiza la discriminación a mujeres, indígenas, pobres, niños y homosexuales. Más que un asunto médico, el Sida es un problema económico-ético-político porque lo favorece la injusta distribución de la riqueza y porque en él aflora toda la material vulgaridad del capitalismo.


Sostenidas por estos políticos, las compañías farmacéuticas transnacionales privilegian la ganancia sobre la enfermedad. Como tuvo que denunciar la Secretaría de Salud en México, los antirretrovirales son vendidos aquí a precios cuatro veces más altos que en otros países similares. La ley de la oferta y la demanda determina el costo y se trata de productos de alta prioridad que generan grandes ganancias. Lo peor es que ante la demanda social el gobierno mexicano podría hacer algunas negociaciones tipo Fobaproa o tipo Repsol en vez de modificar las condiciones en que las transnacionales negocian con México.

Y como cuarto gran obstáculo está la discriminación favorecida por las estructuras de poder vigentes y por los medios informativos. Hay en México mucho racismo, machismo y homofobia atizadas por el poder. Muchas damas bien cerrando sus narices entre índice y pulgar ante los indios y la pobreza. Muchos machos mirando de soslayo a las ‘pinches viejas’ y a los ‘putos’. En consecuencia el VIH se propaga hacia todos y además los seropositivos sufren de rechazo en las familias, las escuelas, las comunidades y los centros de trabajo.


El lema de la conferencia -Acción universal ¡Ya!-, traducido a nombres, puede interpretarse en México como un reclamo a las políticas de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón para quienes todo debe ser privatizado -energía, salud, educación- hasta dejar del Estado sólo las policías y el ejército. Puede ser también una llamada de atención a El Yunque, los legionarios de Cristo, los sacerdotes pederastas, la Unión Nacional de Padres de Familia, los panistas y un largo etcétera. Según la Conferencia, México no está entre los 17 países que ‘van por buen camino’. Y en México tres personas de cada mil tienen sida.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Sinaloa profundo


En su Ulises Criollo, José Vasconcelos definió a Sinaloa como un estado sin cultura, regido por la carne asada. Como en ese tiempo no existía aún el narcotráfico con sus cadáveres fritos en pólvora, la expresión ‘carne asada’ era literal: Vasconcelos se refería a los cortes de res cocinados al fuego, quizá porque le hacían pensar en el pragmatismo de los gringos o porque consideraba que sólo hay cultura en los tlacoyos. En fin, esa percepción de Sinaloa fue cambiando paulatinamente primero cuando los festivales culturales se tropezaron con los olanes de Lola Beltrán y con orquestas sinfónicas que tocaban El Sinaloense; y después cuando, para restituirnos el orgullo masacrado por las ametralladoras, se soltó la propaganda que dice que nuestros ‘valores’ empiezan en Sheyla y terminan en Pedro Infante (¡Qué profundidad!).



Una página seria y formal que describe visualmente la cultura -lugares, gente, gastronomía, economía, historia-, y la naturaleza en Sinaloa es la de Salvador Herrera: http://www.unmundomagico.com.mx/.

La página trasciende su intención turística porque ofrece a sus visitantes una mirada más profunda que la oficial o la comercial, lo que nos permite descubrir el llamado Sinaloa ancestral, desde los tepehuanes de Escuinapa y los yoremes de El Fuerte, hasta el rostro también contemporáneo del mestizaje con toda la riqueza arquitectónica y culinaria que trajo a estas tierras. Las fotos de la naturaleza y las categorizadas por municipio resultan, al menos, inesperadas para quienes no habitan el Estado, y explican en parte por qué Salvador Herrera dejó su lugar de origen para quedarse a vivir en este Sinaloa profundo.


Salvador Herrera estudió fotografía profesional y dramaturgia en la ciudad de México donde, trabajando la cámara fija en Televisa y en el periódico Reforma, cubrió sucesos como la erupción del Popocatépetl o la caravana zapatista del 2000. En su acervo particular figuran fotografías tomadas a Jaime Sabines, Manuel Álvarez Bravo, Gabriel Figueroa, Walter Rewter, Gabriel García Márquez, Rigoberta Menchú, José Luis Cuevas, Juan Soriano, y otros. Su obra se despliega en conferencias, libros (el fantástico Sinaloa, corredor del sol), y exposiciones (El Callejón de la Luz en Mazatlán), que le han permitido gran reconocimiento. Es también autor de la siguiente señorial fotografía que sirvió de portada para el CD ‘Asómate a mi alma’ de Elisa Pérez Meza.

martes, 29 de julio de 2008

Paolo y Francesca



“Paolo, tu culpa romancesca
Viene a mi espíritu, Francesca,
unida siempre a Paolo vas,
Impúlsanos funambulesca
Ronda, más vivo, mucho más…”


Los versos forman parte de un poema que conocí a través de una canción de Elisa Pérez Meza titulada Valsemos. En ellos Amado Nervo retrata el vértigo del vals, la vorágine del baile, a través del amor furtivo que llevó al Infierno a Paolo y Francesca.



En el siglo XIII dos familias italianas estuvieron en guerra: la familia Polenta de Ravena y la familia Malatesta de Rimini. La paz fue firmada con un acuerdo de matrimonio entre Francesca da Polenta y Gianciotto Malatesta. Sin embargo, temiendo que Francesca rechazara el matrimonio, los Malatesta ocultaron la fealdad y deformidad de Gianciotto enviando a su hermano menor, Paolo, a tratar los asuntos del matrimonio. De esta manera Francesca se casó a los 16 años con el contrahecho Gianciotto creyendo que su marido sería el bello, joven, culto, valeroso y cortés Paolo.



Las versiones sobre la muerte de los amantes difieren mucho: según Dante Alighieri, Paolo y Francesca fueron arrastrados al infierno por adúlteros y condenados a mirarse eternamente sin llegar a tocarse. Según la tradición perpetuada en diversas obras pictóricas, fue un apasionado beso entre Paolo y Francesca lo que propició que loco de celos Gianciotto los matara. Hay un cuento de Leopoldo Lugones que advierte que los amantes no tuvieron ningún contacto físico. Como el perverso Gianciotto sabía que se amaban, se divertía viéndolos sufrir. A los 26 años de edad, Francesca todavía era frecuentada por Paolo que se reunía con ella a leer vidas de santos, pero leyendo en aquella ocasión una obra galante, “su decenio de padecer clamaba por una hora de dicha”. Fue entonces cuando, admirando un paisaje lunar, con el libro uniendo sus rodillas y aproximando sus rostros “hasta producir ese rozamiento de cabellos cuya vaguedad eléctrica inicia el vértigo de la tentación”, se encontraron juntos en el llanto. Así los encontró Gianciotto horas después y les partió el corazón.



El caso es que a lo largo de los siglos la tragedia de Francesca y Paolo siguió nutriendo la imaginación de los artistas. Dante los eternizó en el canto V del Infierno en La Divina Comedia. Ingres pintó a los amantes en 1846; Rosetti lo hizo en 1855 con una acuarela en tres partes que muestra a la izquierda el momento del beso, al centro a Dante y a Virgilio y a la derecha el momento en que son arrastrados al infierno. Gustave Doré dibuja a Francesca en 1857. Rodin crea su obra cumbre, El Beso, en 1888 pensando originalmente en los famosos amantes. Y Amado Nervo los recupera en un texto sin nombre contenido en su poemario Perlas Negras, que fue escrito en Mazatlán a principios del siglo XX.