martes, 4 de septiembre de 2007

Derecha y educación I

Los defensores a ultranza del libre mercado y la libre competencia, tienen la mira puesta en la educación. Hablan por ejemplo de consumidores que eligen libremente la escuela de sus hijos después de recibir del Estado un bono educativo, sin considerar que hay extensas regiones de México donde la iniciativa privada jamás montaría una escuela: precisamente las que requieren de mayor inversión educativa. En el libro Educar como Dios manda, Michael Apple traza un mapa de los grupos de derecha interesados en la educación señalando la existencia de cuatro fundamentales: los neoliberales, los neoconservadores, los populistas autoritarios y la nueva clase media ejecutiva y profesional.

Lo que quiero proponer es que a este mapa se agregue un quinto grupo que comparte con los anteriores una importante convergencia de intereses y una presencia creciente en la educación pública y privada: el de la educación holista, una forma aplicada del New Age -esa extraña mezcla de esoterismo, ciencia y orientalismo-, que empieza a introducirse a las escuelas públicas y privadas.

Los educadores holistas están conectados al neoliberalismo y a la globalización del mercado en varios aspectos: menosprecian a la educación y al papel del maestro debido a que según ellos el "verdadero conocimiento" no es enseñable; están centrados estrictamente en el Yo y el crecimiento "espiritual", por lo que forman individuos que se pretenden autosuficientes y que por lo tanto están bien adaptados al capitalismo y a aceptar la libre competencia; eliminan de su vida privada y de la educación cualquier rastro de política, historia o crítica social; y suprimen al libro como fuente de saber.

De esta manera promueven, con sus superficiales terapias de ignorancia, un dudoso "amor universal" que oculta, por ejemplo, el papel de las transnacionales en los Estados nacionales o los verdaderos móviles de las recientes guerras emprendidas por Estados Unidos.


Tanto en el proyecto conservador como en el de la educación holista, está la lucha complementaria por esa paz ideológica que necesita el capitalismo para funcionar. No se trata de una paz como la que buscan los altermundistas o aquellos que se manifiestan en las calles contra la guerra. Se trata de una paz espiritual, interna, una paz que esquiva los problemas del mundo e ignora todas aquellas manifestaciones sociales que hieren la tranquilidad individual y los territorios del libre comercio.

Este es el sentido del 'amor universal' que pregonan los educadores holistas y hacia allá va su vaga noción de 'vinculación cósmica'. Se trata de estar unido a las fuerzas 'espirituales' a través de la meditación y de amar al prójimo abstractamente, internamente, sin compromisos sociales o políticos reales.

Su discurso de preservación de la naturaleza sigue la misma tónica: es el amor al ambiente sin preocuparse por el consumismo, sin atacar la producción masiva de contaminantes y envolturas de plástico, sin cuestionamientos al capitalismo ni compromisos de participación pública.

La complementariedad es evidente cuando advertimos que tanto el individuo atomizado y en paz consigo mismo de la educación holista, como el individuo mediatizado por los contenidos religiosos de la educación conservadora, egresarán de la escuela sin capacidad crítica, convenientemente limitados para realizar cualquier cuestionamiento político o histórico.

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