jueves, 11 de septiembre de 2008

Educación cívica sin civismo


Con la firma del acuerdo que dio lugar a la Comunidad Económica Europea (CEE), las fronteras entre los países se abrieron y se advirtió que los niños europeos debían fortalecer sus convicciones democráticas para llegar a ser ciudadanos de su comunidad, de su país, de Europa y de un mundo realmente globalizado. Mientras la educación cívica desaparecía en México, en otros países se robustecía y los libros de texto enseñaban las nuevas realidades para un nuevo ciudadano.


En México no sucedió así porque el Tratado de Libre Comercio (TLC) era un asunto diferente: la frontera con Estados Unidos, en vez de abrirse, se cerró con bardas, patrullas y más requisitos legales. Ni siquiera hubo una verdadera apertura comercial: Estados Unidos monopolizó el comercio de granos, nos avasalló con transgénicos y chatarra, y a cambio cerró su frontera, cada que quiso, a los productos mexicanos.



Desde la perspectiva neoliberal, los niños mexicanos ya no necesitaban formación cívica: la globalización había llegado y su destino era ser consumidores más que ciudadanos. No debían cuestionar su condición: los homenajes patrios eran el mejor camino para mantenerlos ordenados, sumisos (“niños eternos separados por la distancia del brazo y por el ‘guarden silencio’), y dispuestos a escuchar discursos políticos sin significado. Estaban obligados a seguir siendo mexicanos sin ser ciudadanos, ni de su país ni del mundo.




Es inútil enseñar historia
, dijeron los tecnócratas, y se acabó el conocimiento de las culturas prehispánicas. Hay que fortalecer las competencias básicas –dijeron-, aritmética para ser buenos trabajadores y escribir para firmar pagarés bancarios. Más aún, hay que entrenar a los niños para llenar bolitas en los exámenes porque la globalización económica no necesita poetas ni literatos. La educación cívica tampoco es necesaria –dijeron-, y desaparecieron los libros de civismo pero se mantuvo la apatía ciudadana con muchos homenajes patrios en los que la bandera era transportada por soldados mientras México se ponía en venta: ferrocarriles, teléfonos, carreteras, líneas aéreas, bancos, educación.

Las nociones de justicia social y solidaridad se volvieron anticuadas porque las nuevas virtudes eran la ganancia, la competencia y la productividad. Los corruptos y los millonarios se volvieron más corruptos y millonarios. Los pobres y las clases medias cayeron en la miseria económica e ideológica soportando, golpe tras golpe, inflaciones, fobaproas, afores, desempleos, militarización creciente y nuevos impuestos.


Hoy que después de un descarado fraude electoral regresa la educación cívica a las escuelas primarias, me gustaría creer que se preparará a los niños para construir racionalmente sus convicciones y para defenderlas con su país. Sin embargo la formación ética requiere del ejemplo y hay todavía mucha Elba Esther en los maestros, mucho Durazo en los policías, mucha Vázquez Mota en los administradores y mucho Calderón en los políticos. Resulta ilógico en estas condiciones pensar que la sumisión, el cinismo y la corrupción retrocederán con un simple texto de educación cívica, destinado a recitarse en los nuevos homenajes a la patria.

1 comentario:

Ruy Alfonso Franco dijo...

Excelente y sucinta reflexión, Hernando, sobre el trasfondo de la violencia en México, pues aunque no lo digas, bien podemos encontrar en todo este desabasto educativo por décadas ---y afinado desde el gobierno de Salinas de Gortari--- la razón principal por la cual nuestra socieda ha perdido ya la sensibilidad, valores fundamentales que sólo la educación de la historia, cívica, ética y moral pueden darle a un país.

Sin esto, no pasaremos de ser otro país bárbaro.