
A principios del sexenio de Fox, la TV desató una campaña de promoción del ‘bono educativo’: Los padres recibirían bonos para pagar la escuela de sus hijos, lo que teóricamente incrementaría la competencia y elevaría la calidad de la educación. El objetivo final era hacer de la escuela básica un negocio, convertirla en una mercancía más, sujeta a las leyes del libre mercado.
La inteligencia tecnócrata no alcanza a comprender que un niño fuera de la civilización, sin lengua ni cultura, es prácticamente un animal; y que por lo tanto la cultura no es un bien particular, sino una creación de la humanidad que nos hace seres humanos. Considera que el conocimiento es poder, números, pesos, business. Por eso hace surgir la ‘nueva economía institucional’, versión avanzada del neoconservadurismo.
¡Lástima! Se ha demostrado que los alumnos de los maestros que obtienen los puntajes más altos en Carrera Magisterial no son los mejores. Y de nuevo ¡Lástima! El medio social sigue siendo determinante porque no se evalúa el conocimiento de los marginados, sino el dominio del capital cultural de los privilegiados, las competencias necesarias para adscribirse mejor al mercado. En consecuencia, y mejor que lo digan sin máscaras, la excelencia que quieren está en las escuelas privadas de las zonas urbanas, y la educación pública puede seguir manteniéndose con la cuarta parte del dinero que recibe cualquier escuela de la OCDE.
Por cierto, este 18 de septiembre la OCDE recomendó a México privatizar aunque sea la educación media y superior. Los argumentos: que la UNAM no beneficia a nadie, que es hermoso y ejemplar el intento de algunas universidades públicas por cobrar sus servicios, que finalmente la educación sólo sirve al que estudia. Y 5 días después la SEP, con toda la celeridad del mundo, presentó un sistema de créditos estudiantiles para endeudar a los estudiantes que egresarán sin empleo. Seguramente también estudia como crear al término del sexenio un nuevo Fobaproa: el estudiantil. 








Con Emmanuel he tenido una convivencia plagada de buenos ratos y anécdotas: cuando
Emmanuel ha sido, además de gran amigo, un músico sensible a mi intención. Por ejemplo, cuando adapté música a Para las muertes de 
El punto de partida de Torres Medina en Muertos de papel, es el origen y las características del relato policial. Explica que el género nació en 1841 en Filadelfia, cuando Edgar Allan Poe publicó ‘Los asesinatos de la calle Morgue’. Para que haya relato policiaco, dice, tiene que haber, como en las corridas de toros, un enfrentamiento entre la inteligencia y la irracionalidad. La descripción de los razonamientos del detective y de los hechos sangrientos es una mezcla de Ilustración (investigación) y Romanticismo (misterio e interés por lo que altera el orden establecido) que sólo pudo darse en la época de Poe y en un ambiente urbano.
Vicente ha sido asesor de la fundación Guggenheim, jurado en CONACYT, jurado del Premio Nacional de Ciencias y Artes, y además de escribir en diferentes revistas y periódicos, colabora desde hace 12 años en la revista Siempre. 


El edificio tiene, como todas las construcciones de la época, un gran patio central rodeado por amplias habitaciones. En la fachada, una serie de arcos de medio punto sostenidos por gruesos pilares enmarcan el gran arco de acceso, donde cuatro columnas toscanas soportan un frontis triangular. El principal adorno son los remates neoclásicos que realzan la sobria belleza de la construcción.





















Deja indefenso el patrimonio biológico de México porque el artículo 90 señala que sólo serán zonas libres de transgénicos aquellas que demuestren científica y técnicamente que no es viable cultivarlos o coexistir con ellos. ¿Se imaginan a un campesino haciendo fila en una oficina para demostrar “científica y técnicamente” que no quiere maíz transgénico en su parcela? Así aman a México, a su pueblo y sus recursos los que hoy dirigen el país.




El problema es que sin considerar esta información ni tomar en cuenta que en Estados Unidos está prohibida la experimentación genética con trigo (¿el cereal del imperio, el de los conquistadores, el de los poderosos blancos?) los senadores del PRI y el PAN aprobaron el 15 de febrero de 2005 una flamante Ley de Bioseguridad que rige la relación de México con los transgénicos. No quiero amargarles (tanto) el día, así que describiré mañana los pormenores.