sábado, 22 de septiembre de 2007

Muertos de papel

Vicente Francisco Torres Medina dirigía ya la Especialización en Literatura Mexicana del Siglo XX en el Departamento de Humanidades de la UAM Atzcapotzalco cuando lo conocí. Nunca podré agradecer suficientemente sus atenciones durante una breve estancia que realicé en sus espacios, donde también recibí el trato afectuoso de Francisco Conde Ortega y de Alejandro de la Mora Ochoa.

Uno de los ejes de especialización de Vicente, doctor en letras hispánicas por la UNAM, es la narrativa policial mexicana. De allí su libro Muertos de Papel, un estudio que profundiza en este género literario tan poco difundido cuando se trata de autores mexicanos, y que es a la vez una franca invitación a leer pues el autor reseña los textos sin ocultar su pasión de lector asiduo.

El punto de partida de Torres Medina en Muertos de papel, es el origen y las características del relato policial. Explica que el género nació en 1841 en Filadelfia, cuando Edgar Allan Poe publicó ‘Los asesinatos de la calle Morgue’. Para que haya relato policiaco, dice, tiene que haber, como en las corridas de toros, un enfrentamiento entre la inteligencia y la irracionalidad. La descripción de los razonamientos del detective y de los hechos sangrientos es una mezcla de Ilustración (investigación) y Romanticismo (misterio e interés por lo que altera el orden establecido) que sólo pudo darse en la época de Poe y en un ambiente urbano.

Sin embargo no siempre triunfa la razón: en lo que se conoce como ‘novela negra’ el misterio puede no ser descubierto o ni siquiera existir porque el centro de la trama está en mostrar la violencia, la corrupción y la falta de justicia en la sociedad. La novela negra surgió en el Estados Unidos de los años veinte, bajo el imperio de la ley seca y las mafias gangsteriles.

El libro de Vicente Francisco Torres destaca que la revista Selecciones Policiacas y de Misterio, fundada por Antonio Helú en 1946, generó el impulso del que surgió la literatura policiaca mexicana, donde el contexto adquiere un carácter protagónico. Y aquí subraya la presencia de dos obras maestras de este género en México: Ensayo de un crimen, de Rodolfo Usigli (1944) y El complot mongol, de Rafael Bernal (1969). También otorga un lugar especial a los libros Humorismo en camiseta y Peter Pérez, detective de Peralvillo y anexas, de Pepe Martínez de la Vega, quien a partir del personaje Peter Pérez crea una parodia de Sherlock Holmes.

Muertos de Papel señala como caso destacado el de Vicente Leñero, quien elabora sus novelas Los albañiles (1964), El Garabato (1967) y Asesinato: el doble crimen de los Flores Muñoz (1985), con recursos del relato policiaco. Describe la originalidad artística en La cabeza de la hidra (1978) de Carlos Fuentes y comenta los aportes de dos novelas de Jorge Ibargüengoitia: Las muertas (1976) y Dos crímenes (1979). Respecto a los relatos policiales de Paco Ignacio Taibo II (Dias de Combate, Cosa fácil, No habrá final feliz, Algunas nubes, Sombra de la sombra y La vida misma), considera que la producción de este autor es, por lo menos, irregular. Otros escritores presentes son María Elvira Bermúdez, Gonzalo Martré, Eduardo Villegas, Mariano López Castro, César López Cuadras y Juan José Rodríguez.

Vicente ha sido asesor de la fundación Guggenheim, jurado en CONACYT, jurado del Premio Nacional de Ciencias y Artes, y además de escribir en diferentes revistas y periódicos, colabora desde hace 12 años en la revista Siempre.

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